“Son 125 euros” escuchamos mientras introducimos la única mano libre en el bolsillo en busca del billetero para, a duras penas, sacar la tarjeta de crédito y entregársela al dependiente; en realidad, esto es solo el comienzo de un tortuoso proceso en el que además tendremos que introducir el PIN y esperar a que se imprima el ticket y tengamos que volver a introducir todo en la cartera. En realidad, nos hemos habituado ya a esta forma de pagar y de hecho, resulta más cómoda que tener que cargar con el dinero en metálico, esperar a las vueltas e introducirlas en la cartera.
Este viejo formato pronto podría quedar obsoleto.
Los medios de pago, por fortuna, han avanzado hacia sistemas más inmediatos, pero sobre todo, más cómodos y seguros. La llegada de métodos de pago como Apple Pay o Samsung Pay hacen que la experiencia en el proceso de compra sea infinitamente más rápida, pero sobre todo, que nos olvidemos de una vez por todas de las tarjetas (y ojalá pronto, del metálico). ¿Cómo es realmente la experiencia de uso con el pago móvil? El primer mito que hay que vencer es el de creer que se trata de algo futurista, caro y al alcance solo de unos pocos bolsillos: estos sistemas están ya disponible, sin coste extra para el usuario (salvo el propio smartphone o reloj, lógicamente) y sin tener que cambiar necesariamente de banco.
Los usuarios de Samsung y iPhone de última generación pueden incorporar este pago en cuestión de minutos y comenzar a pagar con el móvil; los segundos, además, pueden utilizar el Apple Watch para agilizar más, si cabe, el proceso. El funcionamiento es el siguiente: una vez dada de alta la tarjeta en el móvil (hay que emplear, para ello las plataformas Samsung Pay o Apple Pay desde el propio smartphone), a la hora de hacer el pago, hay que indicar que se va a realizar con tarjeta. Si el comercio cuenta con un terminal contact less (la gran mayoría de ellos lo tienen), bastará con aproximar el móvil al lector y validar el pago. Los usuarios de Apple Watch no necesitarán ningún tipo de validación puesto que el terminal, al estar en la muñeca, identifica al usuario (se bloquea si nos lo quitamos), con lo que basta con aproximar el reloj y el pago se lleva a cabo.
¿Seguro? Sí, mucho más seguro. Hay que entender que la comunicación entre el móvil o reloj con el TPV es cifrada con lo que es virtualmente imposible hackearla, pero además el comercio no guarda ni rastro del registro ya que es todo inalámbrico. No hay tarjetas y no nos las pueden robar, y por otro lado, como la identificación de la compra es mediante sistemas biométricos (sensor de huella o contacto con la piel), no hay PINs, de forma que solo nosotros podremos efectuar el pago. ¿Cómodo? El pago tarda el tiempo que transcurre desde que acercamos al móvil y el terminal contacta con el servidor para validar el proceso; no hay esperas a introducir el PIN ni tiempos muertos metiendo o sacando la tarjeta de la cartera. De hecho, ya ni es necesario llevar la cartera: las tarjetas están ya en el móvil.
¿Dónde podremos pagar utilizando el reloj o móvil? Como hemos apuntado antes, en la práctica totalidad de los comercios, ya que la única restricción técnica es que el TPV cuente con tecnología contact less, y en España son mayoritarios. Siendo más cómodo, rápido y seguro, no es de extrañar que el pago móvil avance de forma lenta pero segura, y con una explosión prevista de cara a 2020, año en el que se espera un crecimiento cercano al 80% en volumen de negocio, debido al brutal crecimiento que se espera en países emergentes.
En países como China, el pago móvil es tan cotidiano que en algunas zonas urbanas, el uso del dinero en metálico se está convirtiendo en algo anecdótico.