Claves para escoger una contraseña segura y fácil de usar.
Cada año se hackean miles de cuentas de usuarios particulares y aunque no hay cifras concretas, se estima que la mitad de la población podría ser susceptible a un ataque cada año. Lo cierto es que enfrentarse al reto de tener que entrar en la banca online o bien en nuestra cuenta de Amazon, obliga a simplificar los procesos porque de otra manera nos volveríamos locos.
Sin embargo, esta simplificación deriva en la comodidad, y con la comodidad llega la elección de contraseñas muy sencillas. Al final, uno no puede volverse loco intentando escoger contraseñas complejas que luego resultan muy difíciles de recordar. Por otro lado, la alternativa de llevar un registro escrito de estas contraseñas resulta por su parte muy peligroso.
¿Qué hacer entonces en estos casos? Por desgracia, la mayoría de los usuarios opta por escoger una misma contraseña para todas sus páginas web y páginas de registro; esta contraseña suele estar además relacionada con alguno de sus aspectos cotidianos, como puede ser el número de móvil o la fecha de nacimiento. Y estos hábitos motivados por la comodidad no hacen sino convertir el trabajo de los hackers en algo mucho más sencillo.
La elección de la contraseña perfecta.
Para escoger la contraseña perfecta, los expertos recomiendan seguir los siguientes pasos: escoger una contraseña de al menos 12 caracteres, de los cuales haya una combinación de números, símbolos, minúsculas y mayúsculas. Debe evitarse asimismo escoger palabras que tengan un significado hablado, y es mejor optar por una sucesión de caracteres y dígitos que no tengan ningún tipo de significado. Se trata en definitiva, elegir una contraseña tan larga y compleja que ni uno mismo sea capaz de recordar. Por otro lado se recomienda utilizar una contraseña diferente para cada servicio o registro que se vaya a utilizar. Y lógicamente se lo estará preguntando ¿cómo voy a ser capaz de recordar una contraseña que no tienen ningún significado para mí? Es en este punto donde entran en juego los eficaces gestores de contraseñas.
Los gestores de contraseñas
Como hemos apuntado antes, la contraseña más segura es aquella que el propio usuario no sea capaz de recordar, y que sea lo suficientemente extensa y compleja como para poner las cosas lo más difíciles posible a los amigos de lo ajeno. Ahora bien, de poco nos sirve tener una contraseña tan difícil y compleja que no seamos capaces de recordar para luego poder acceder a los múltiples servicios en web utilizamos día a día. Es aquí donde entran los gestores de contraseñas, que son unas aplicaciones, generalmente con respaldo en web, que se encargan de memorizar por nosotros las múltiples contraseñas que utilizamos en los diferentes servicios. Estos servicios cumplen también con la interesante función de proponer contraseñas seguras para cada uno de los registros, y luego almacenarlas en su base de datos. Suelen estar integrados en los principales navegadores con lo cual la utilización es completamente transparente y sencilla para el usuario. Cada usuario cuenta con una clave maestra y única que ni el propio sistema conoce, que le da acceso a todas las contraseñas. Este acceso, por otro lado, suele estar protegido mediante un sistema de verificación en dos pasos que requiere la existencia de un dispositivo al que se suele enviar un mensaje de texto con un código que valida la autoría de la persona que intenta acceder al servicio.
La mejor contraseña es la que no existe.
Sin embargo y por mucho que avancen los métodos y servicios que nos ayuden a gestionar las contraseñas, los expertos ya miran más allá y dan por superada esta forma de proteger la información. No existe una contraseña perfecta ni 100% segura, pero sí hay métodos que identifican al usuario de forma inequívoca y aportando una gran comodidad al usuario: nos referimos a los sistemas biométricos. Esta forma de identificar al usuario y desbloquear el acceso se basa en aspectos físicos únicos en cada usuario y por ello imposibles de duplicar: nos referimos al desbloqueo por huella, iris o incluso el facial. En este sentido, la mejor contraseña es la que no existe; que sea el propio físico el que sirva como clave para el usuario.